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«Here's to you», per Ennio Morricone (Munic 2006) / En el 80è aniversari de la mort de Sacco i Vanzetti

estelnegre | 23 Agost, 2007 14:16

«Here's to you», per Ennio Morricone (Munic 2006)

Here's to you

Here's to you Nicola and Bart

Rest forever here in our hearts

The last and final moment is yours

That agony is your triumph!

*** 

La balada de Sacco i Vanzetti

Sempre més, Nicola i Bart,

us durem dins dels nostres cors.

Vau marxar enduts per la mort

però per ella ens feu més forts

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Comentaris

  1. Sacco y Vanzetti, anarquistas ejecutados tras una farsa judicial

    Hoy hace 80 años fueron ejecutados en la silla eléctrica Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, con apenas siete minutos de diferencia, en la prisión de Charlestown, Massachussetts. En la historia de los errores judiciales, posibles sólo donde existe un estado de derecho capaz de reconocer que se cometen graves equivocaciones, un privilegio humanitario del mundo occidental que deja al margen dictaduras y satrapías hereditarias religiosas o laicas de otras latitudes, se trata de un hito fundamental.
    Todo comenzó en la tarde del 15 de abril de 1920, cuando el pagador de una fábrica de zapatos y su escolta fueron tiroteados en los suburbios de Boston. Los autores huyeron en un coche negro, donde aguardaban otras personas. A pesar de lo espectacular del suceso y la abundancia de testigos, la policía no pudo establecer si los asesinos habían sido dos, tres o cuatro, aunque algunos apuntaron que «caminaban como italianos».
    Durante las semanas siguientes, la investigación no logró avanzar, pero el 5 de mayo el jefe de policía Mike Boda mandó detener a dos sospechosos: Sacco y Vanzetti, que se hacían llamar «Nick» y «Bart». Según Boda, había tenido la intuición de su vida: tras detener un tranvía, había decidido que aquellos dos anarquistas de origen italiano que iban en el pasaje eran los culpables.
    En el contexto de una ciudad con una fuerte presencia irlandesa y una poderosa elite que desconfiaba de los emigrantes italianos por su procedencia latina, religión católica y capacidad para organizar redes de protección y asistencia mutua -la mafia fue en origen una de ellas- era la solución perfecta.
    Sacco había llegado a Estados Unidos con 17 años y había trabajado de aguador, jornalero, fundidor y zapatero. Estaba casado, tenía un hijo pequeño y otro en camino. Había huido a México durante las levas forzosas de la Primera Guerra Mundial.
    Vanzetti había nacido en 1888 y emigrado a América con 19 años. Soltero, había trabajado como repartidor de carbón, lavaplatos, cortador de vidrio, albañil, encerador y vendedor ambulante de pescado. El día de su detención ambos se dirigían a una manifestación en protesta por la muerte de un anarquista. Llevaban panfletos revolucionarios, iban armados e incurrieron en contradicciones menores; su inglés distaba de ser perfecto.
    El juicio posterior, con testigos amañados, defensores incapaces y fiscales corruptos, concluyó con sendas condenas a muerte, que el infame juez Thayer mantuvo a pesar de que en 1926 un preso puertorriqueño de la prisión de Dedham, Celestino Madeiros, se declaró culpable y exoneró a los acusados. Pese a las protestas y peticiones de clemencia, que llegaron de Mussolini, Stalin, Marie Curie, Charles Lindbergh o John Dos Passos, la pena fue ejecutada.
    Quizás la reflexión más atinada sobre lo ocurrido fue la que realizó Einstein: «El caso de los dos anarquistas italianos demuestra que las instituciones democráticas más minuciosamente estudiadas no son mejores que los individuos que las usan como instrumento». En 1977 la justicia norteamericana los rehabilitó moralmente y reconoció su inocencia.

    MANUEL LUCENA GIRALDO | 23/08/2007, 16:57
  2. 1927: dos sillas eléctricas se encienden

    Un 23 de agosto como hoy, en 1927, son ejecutados en la silla eléctrica Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, dos inmigrantes italianos. Tras siete años de proceso judicial, fueron hallados culpables del robo de 16 mil dólares y del homicidio de dos custodios de una fábrica de zapatos en Estados Unidos.

    Sacco, de 29 años de edad y Vanzetti, de 31, tenían en común ser italianos, haber escapado del reclutamiento militar y ser anarquistas. Sin embargo, cada uno tenía un arma cuando los detienen. El juicio fue anómalo: no hubo pericias balísticas, la mayoría de los testigos no hablaban en inglés y no existían registros de las declaraciones. Además, el dinero jamás apareció.

    Romina de la Sotta | 23/08/2007, 16:59
  3. A 80 años de la ejecución de dos inocentes: Sacco y Vanzetti

    Es un página negra de la historia de Estados Unidos. Hace ochenta años, la ejecución de los anarquistas Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, quienes siempre se declararon inocentes, se convirtió en una bandera por la lucha de la justicia social universal.
    Su caso tiene importantes elementos en común con otras ejecuciones registradas durante la Guerra Fría por presunto espionaje, como las de Julius y Ethel Rosenberg y Alger Hiss.
    Todos estos hechos provocaron una ola de protestas internacionales y, por supuesto, dividieron irremediablemente a la sociedad norteamericana.
    El caso de Sacco y Vanzetti ocurrió en el amanecer de la era del jazz, parte de la cual describió magistralmente Francis Scott Fitzgerald en su novela El Gran Gatsby.
    Los anarquistas ítalo-estadounidenses fueron declarados culpables en 1921 del asesinato de dos guardias durante un robo en Braintree, en el estado de Massachusetts.
    En 1925, Celestino Medeiros, quien admitió que participó en el robo y más tarde fue ejecutado, escribió una carta en la que señalaba que Sacco y Vanzetti no tomaron parte en el asalto.
    Sin embargo, ambos fueron ejecutados en la silla eléctrica el 23 de agosto de 1927, después de que fueran presentadas una serie de apelaciones. Las últimas palabras de Vanzetti fueron: “Yo quiero decir que soy inocente”.
    El hecho desencadenó una serie de protestas en diversas ciudades estadounidenses, y un número de prominentes escritores, entre ellos la famosa cuentista Dorothy Parker, fueron arrestados por las autoridades.
    La ejecución también derivó en hechos violentos, ya que la casa del encargado de la silla eléctrica, Robert Elliott, y la del juez, Webster Thayer, fueron atacadas con bombas, sin que se registraran heridos.
    En su libro, “Sacco y Vanzetti”, el escritor Bruce Watson expone los hechos sin la pasión que el caso provocó en aquellos tiempos, según opina William Grimes en una crónica del diario International Herald Tribune.
    “Sacco y Vanzetti pueden haber sido corderos, pero ellos pertenecían a una manada de lobos”, escribió Watson.
    El historiador estadounidense empieza su relato en abril de 1919, cuando ocurrió un audaz acto de terrorismo: el envío de 30 bombas dirigidas a estadounidenses prominentes como John D. Rockefeller y J. P. Morgan.
    El complot fracasa por la intervención de la policía, pero desata una crisis en el país. Se sospecha que la guerra de clases que se libra en esos años en Rusia puede desencadenarse también en Estados Unidos, un temor fortalecido más por las bombas y las proclamas de organizaciones radicales que la realidad misma.
    Watson dice que Sacco y Vanzetti pertenecían al llamado “Grupo Autónomo”, una célula anarquista que operaba en el este de Boston.
    Aunque el caso contra los ítalo-norteamericanos fue rápidamente considerado un hecho político, el proceso judicial constituyó la crucifixión de dos anarquistas.
    El juez Webster Thayer era un reaccionario que despreciaba a la defensa, debido a sus puntos de vista sobre la sociedad, y los miembros del jurado rechazaron la consideración de que eran anarquistas como un factor a tener en cuenta en su decisión.
    La mayoría de los testigos fueron presionados, amenazados y confundidos por el jurado mediante ambiguos informes balísticos, entre otras irregularidades.
    “Habrá dificultad para creer que ese proceso tuvo lugar en los Estados Unidos”, escribió en 1969 William Douglas, miembro de la Corte Suprema de Justicia.
    Luego de cometido el robo en Massachusetts, en abril de 1920, la policía localizó por azar el auto que había huido de la escena del crimen. Sacco y Vanzetti se presentaron unas noches más tarde a reclamar por este vehículo, con sus “pistolas cargadas”, aunque declararon que eran inocentes del hecho que se le imputaban, según Watson.
    En su artículo, Grimes escribe que nadie sabe qué estaban haciendo esa noche Sacco y Vanzetti, quienes dijeron múltiples mentiras a la policía, para evitar que fueran capturados sus amigos anarquistas.
    “Aquí están ustedes, Nicola y Bart (Bartolomeo)/ descansen para siempre aquí en nuestros corazones/ el último y final momento es suyo./ Esta agonía y su triunfo...”, dice la cantante estadounidense Joan Baez en “La balada de Sacco y Vanzetti”.

    Alberto Galeano | 23/08/2007, 17:00
  4. Se cumplen 80 años de la ejecución de Sacco y Vanzetti en EEUU

    Hace 80 años, el 23 de agosto de 1927, los anarquistas italianos Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, acusados y condenados por un crimen sin pruebas, eran ejecutados en la silla eléctrica en una prisión de Massachusetts, al noreste de Estados Unidos.

    Un relieve dedicado a nicola sacco y bartolomeo
    Casi un siglo más tarde, este caso sigue siendo 'una de las páginas más negras de la historia estadounidense, una historia de pasiones mortíferas alimentadas por temores políticos y prejuicios étnicos', estimaba la semana pasada el New York Times.

    El 15 de abril de 1920 un transportador de fondos y un guardia que trasladaban los salarios de los empleados de una fábrica de zapatos de South Braintee, en las afueras de Boston, fueron víctimas de un atraco. Las dos maletas que contenían la paga de los obreros fueron robadas y los dos hombres mortalmente heridos.

    El 5 de mayo de 1920 la policía detuvo en un tranvía a dos pasajeros. Eran Sacco y Vanzetti y estaban armados. Fueron encarcelados por portar armas prohibidas. Sin pruebas formales, la policía los acusó del millonario asalto y el doble asesinato.

    En esos inicios de la década del 20 el contexto social en Estados Unidos era explosivo. Los sindicatos, animados por militantes anarquistas a menudo de origen extranjero, multiplicaban las huelgas en todo el país. Varias personalidades, entre ellas el presidente de la Corte Suprema, recibieron paquetes-bomba. Las manifestaciones callejeras degeneraron en enfrentamientos violentos. Reinaba un clima de casi guerra civil y algunos responsables políticos no dudaban en amalgamar a huelguistas, extranjeros y 'rojos'.

    Massachusetts, considerado actualmente uno de los Estados más progresistas de Estados Unidos, era en esa época un bastión del conservadurismo. El proceso de los dos anarquistas fue dirigido por el juez Webster Thayer, convencido desde el inicio de la culpabilidad de quienes consideraba 'anarquistas bastardos', recuerda Bruce Watson, autor del libro 'Sacco and Vanzetti. The men, the murders, and the judgment of mankind', que acaba de ser publicado en Estados Unidos y ha sido muy elogiado por la crítica.

    'El proceso fue una farsa', sostiene Watson. El jurado compuesto únicamente por blancos todos de origen anglosajón dio su veredicto en apenas tres horas. Todas las apelaciones fueron rechazadas, incluso después de que un reincidente, Celestino Madeiros, admitiera ser el autor del doble crimen.

    Intelectuales y escritores como Bertrand Russell, John Dos Passos, George Bernard Shaw y H.G. Wells asumieron la defensa de Sacco y Vanzetti. Manifestaciones a menudo violentas estallaron en Estados Unidos y en Europa, especialmente en Londres, París y Berlín, para reclamar la liberación de los italianos. Pero fue en vano.

    Muchos años más tarde, en 1969, un juez de la Corte Suprema, William Douglas, escribió que a cualquiera que lea la transcripción de las audiencias 'le costará creer que ese proceso se desarrolló en Estados Unidos'.

    En su libro, Watson estima que este caso sigue 'atormentando la historia estadounidense'.

    'El fanatismo de un juez y de un fiscal, la indiferencia de demasiados estadounidenses y la moral dudosa de demasiados testigos llevaron a una negación de justicia', concluye.

    No obstante, Watson recuerda que Sacco y Vanzetti -lejos de la imagen de estereotipada difundida gracias a la célebre canción que les dedicara Joan Baez 'Here's to you'- no eran unos 'bebés de pecho'.

    Los dos hombres 'creían en la insurrección armada' y eran 'militantes revolucionarios', afirma.

    El 23 de agosto de 1977, exactamente 50 años después de su ejecución, el gobernador de Massachusetts Michael Dukakis absolvió simbólicamente a Sacco y Vanzetti y declaró que 'todo deshonor debía ser suprimido de sus nombres para siempre'.

    AFP | 23/08/2007, 17:05
  5. Balada anarquista

    Hoy hace 80 años que fueron ejecutados en Boston el zapatero Nicola Sacco y el pescadero Bartolomeo Vanzetti. De la farsa judicial que condujo a la silla eléctrica a estos dos anarquistas italianos se ha escrito, filmado y musicado todo. Incluso la deliciosa balada que compusieron Ennio Morricone y Joan Baez. La historia del movimiento libertario es como un relámpago, no siempre rodeado de lirismo. Desde finales del XIX hasta bien entrado el XX, los anarquistas creían que el curso de la historia podía cambiarse con dinamita. La utopía, el dogmatismo extremo de quienes odiaban el orden social, les condujo a un divorcio de la realidad. Con todo, la historia de aquellos militantes nos ha llegado distorsionada. Muchos jóvenes que lucen laA rodeada de un círculo no tienen remota idea de esa simbología, como tampoco la tenía el movimiento hippy de los años sesenta, que exaltaba el amor libre. Los viejos libertarios tenían marcadas tendencias puritanas. Sin casarse, eran monógamos y, encima, ni se drogaban. Otrosí, la tragedia de Sacco y Vanzetti tampoco fue una simple obsesión del imperialismo estadounidense ante el pujante movimiento anarcosindicalista de la época. No olvidemos que un libertario asesinó en 1901 a un presidente norteamericano y que una anarquista descerrajó tres tiros a Lenin en 1918. Los bolcheviques fueron, sin duda, los grandes exterminadores de anarquistas. Stalin escribió de ellos que eran la hez de la sociedad y los lacayos de la burguesía. Demasiada violencia en tiempos poco dados a las baladas.

    Alfredo Abián | 23/08/2007, 17:06
  6. Por ser inmigrantes pobres y anarquistas. A 80 años del asesinato de Sacco y Vanzetti

    El 23 de agosto de 1927, mueren ejecutados en la silla eléctrica Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, trabajadores anarquistas italianos que residían en Massachussets, Estados Unidos. Murieron acusados injustamente de un robo millonario que jamás cometieron. Desde entones sus nombres quedarían indisolublemente unidos en la memoria colectiva como expresión de indignación frente a la injusticia. Aunque Sacco y Vanzetti hubieran cometido realmente aquel delito, no terminarían en la silla eléctrica por ello, sino por su condición de inmigrantes pobres y anarquistas.

    Como millones de italianos, Sacco y Vanzetti habían emigrado a Estados Unidos movidos por el sueño de la América próspera. Se conocieron en los alrededores de Boston. Sacco era zapatero y Vanzetti vendía pescado. Ambos formaban parte de un grupo de anarquistas que participaban en las luchas sindicales contra las condiciones de semiesclavitud que imperaban en aquel momento en el régimen laboral norteamericano. El 5 de mayo de 1920 fueron arrestados en una de las redadas policiales contra los anarquistas. En un principio habían sido acusados de distribuir panfletos subversivos, pero poco tiempo después las autoridades los vincularon a un doble crimen que se había cometido, 20 días antes, en South Baintree.

    50 años después, en 1977, Estados Unidos revisó el caso constatando numerosas fallas en el proceso judicial, reconoció oficialmente el error y pidió disculpas a los descendientes de Sacco y Vanzetti.

    Una carta, firmada por John M. Cabot, embajador americano retirado, declaró su "gran indignación" y señaló que la confirmación de la pena de muerte por el Gobernador Fuller se hizo después de una revisión especial por "tres de los más distinguidos ciudadanos de Massachussets - el presidente de Harvard, Lowell, el Presidente del MIT, Stratton y la Jueza jubilada Grant".

    Esos tres "distinguidos y respetados ciudadanos" fueron vistos de forma diferente por Heywood Broun que escribió inmediatamente en su columna para el New York World después de que la comisión del Gobernador hizo su informe. En su columna decía:
    “No todo prisionero tiene un Presidente de Harvard que aprieta el interruptor para él... Si éste es un linchamiento, por lo menos el vendedor ambulante de pescado y su amigo artesano pueden tener como consuelo para el alma que morirá a manos de hombres en traje de gala o con togas académicas.”
    Heywood Broun, uno de los periodistas más distinguidos del siglo XX, no continuó como redactor para el New York World.

    El legado actual


    El episodio de Sacco y Vanzetti fue y sigue siendo una fuente de lecciones para el campo popular y para cualquier intención transformadora. Actualmente en la mayoría de los casos, y contrariamente a lo que nos informa la ideología liberal, el Poder Judicial no es independiente del poder político sino un mecanismo privilegiado de preservación del sistema de dominación. Frente a las necesidades del poder dominante la administración de justicia no resulta otra cosa que una ridícula parodia de si misma. El caso Sacco y Vanzetti da fe de ello. Como también lo dan en nuestro tiempo.

    En los países centrales o medianamente desarrollados, existe una gran cantidad de trabajadores inmigrantes, que son sometidos a condiciones de explotación y fuertemente discriminados, además de ser criminalizados. Lo mismo ocurre con quienes se organizan políticamente para cambiar el orden establecido. El caso de Sacco y Vanzetti ardió por el combustible del terrorismo y como resultado de la fobia a la inmigración.

    Tal vez la única diferencia sea que, en los locos años 20, solo se necesitaron dos muertes, y no miles de ellas en una guerra, para encender a la opinión pública.

    El trato de la prensa

    La prensa Norteamérica jugó un papel cómplice con la “justicia” norteamericana. Lo primero que hizo fue condenar a Sacco y Vanzetti, de manera categórica, generando la conocida “criminalización de la protesta”, que lamentablemente sigue vigente 80 años después. Al igual que en muchos otros casos, circuló información falsa publicada en medios de prensa como la siguiente: gente enardecida se habían abalanzado sobre Sacco y Vanzetti pretendiendo lincharlos.” La noticia era falsa. Había que inventar un rechazo generalizado hacia ellos. Con las ropas desaliñadas, despeinados, después de largos interrogatorios, les tomaban las fotos. Algún retoque y ya estaban listos los rostros asesinos. Al otro día aparecían en la prensa.


    Al poco tiempo, el caso desapareció de la prensa, luego reapareció con la noticia del fallo. Es decir que primero se lanzó una campaña de construcción de “otredad negativa” para disimular el vergonzoso papel de la “justicia”, luego el ocultamiento. Sin embargo, las movilizaciones obreras rompieron el cerco. Con el tiempo se fueron sumando más y más compañeros a la campaña en defensa de Sacco y Vanzetti. De Argentina a México, de Portugal a Rusia, en el mismo Estados Unidos, o en diversos puntos del planeta. Huelgas, paros parciales, manifestaciones, bombas, conmovieron al mundo. A lo ancho y largo del mundo se denunciaba este crimen. La solidaridad internacional se hizo presente muchas décadas antes de lo que muchos hoy llaman “resistencia global”. De esta manera, ante la lucha solidaria y masiva, la prensa no pudo mantener el silencio.

    Por ellos se produjo la primera huelga internacional (que se cumplió en casi todos los países del mundo) y pidieron clemencia Einstein, Marie Curie, Bernard Shaw, Orson Welles y Miguel de Unamuno además de otros intelectuales, científicos, actores y organizaciones defensoras de los derechos civiles.

    Sus vidas

    Niccola Sacco trabajaba en una fábrica de zapatos de Massachussets. Tenía familia. Trabajaba seis días a la semana, diez horas al día. Pero también era activo en las manifestaciones obreras de entonces, manifestaciones en las cuales los obreros demandaban mejores salarios y condiciones laborales. Y por estas actividades ya había sido arrestado en 1916. Nació el 23 de abril de 1891. A pesar de tener conocimientos de mecánica no encontró trabajo en este oficio. Los extranjeros no eran considerados para las tareas especializadas y apenas si conseguían trabajo en fábricas. Trabajó primero como mozo de agua, consiguiendo luego colocación como zapatero en la fábrica de calzados de Kelly. Cuando estalla la guerra Sacco se define contra ella. "Esta guerra no es para empuñar el fusil... se hace en beneficio de los grandes millonarios" dirá más adelante. Sus últimas palabras fueron:
    "¡No hay justicia para los pobres en América! ...¡Oh, compañeros míos, continuad vuestra gran batalla! ¡Luchad por la gran causa de la libertad y de la justicia para todos! ¡Este horror debe terminar! Mi muerte ayudará a la gran causa de la humanidad. Muero como mueren todos los anarquistas -altivamente, protestando hasta lo último contra la injusticia.
    ...Por eso muero y estoy orgulloso de ello. No palidezco ni me avergüenzo de nada; mi espíritu es todavía fuerte. Voy a la muerte con una canción en los labios y una esperanza en mi corazón, que no será destruida..."

    Bartolomeo Vanzetti nació en Villafalleto, en el Piamonte, en 1888. Le gustaba el estudio pero sólo pudo hacer la escuela primaria. Empezó a trabajar a los 13 años de edad, eran 15 horas diarias sin descanso semanal, sólo tenía un asueto de tres horas dos veces al mes. Tenía diversos oficios. En 1916 había dirigido una huelga en una fábrica de sogas. Posteriormente, trabajó por cuenta propia, como vendedor ambulante de pescados. Sus últimas palabras fueron:
    "Muero como he vivido, luchando por la libertad y por la justicia. ¡Oh, si pudiera comunicar a todos que no tengo nada que ver con ese horrendo crimen... Mi corazón está lleno, rebosante de amor por los míos. ¿Como despedirme de vosotros? ¡Oh, mis queridos amigos, mis bravos defensores, a todos vosotros el afecto de mi pobre corazón, a todos vosotros mi gratitud de soldado caído por la causa de la libertad! ...Continuad la soberbia lucha, que yo también en lo poco que pude, he gastado mis energías por la libertad y por la independencia humana. ...¿Que culpa tengo si he amado demasiado la libertad? ¿Por qué he sido privado de todas las cosas que hacen deliciosa la vida? Ningún reflejo de la propia naturaleza, del cielo azul y de los espléndidos crepúsculos en las tétricas prisiones construidas por los hombres para los hombres. Pero yo no he llevado mi cruz en vano. No he sufrido inútilmente. Mi sacrificio valdrá a la humanidad a fin de que los hermanos no continúen matándose; para que los niños no continúen siendo explotados en las fábricas y privados de aire y luz.
    No está lejos el día en que habrá pan para todas las bocas, techo para todas las cabezas, felicidad para todos los corazones. Tal triunfo será mío y vuestro, compañeros y amigos."

    Rama | 24/08/2007, 05:05
  7. Dos héroes del pueblo

    Ochenta años de uno de los crímenes “legales” más mentados. El de Sacco y Vanzetti, cometido por el poder de Estados Unidos, en la ciudad de Boston. La silla eléctrica. Pero no pudieron matarlos en la memoria. Sacco y Vanzetti pasaron a ser, para siempre, “Héroes del pueblo”. Publicaciones, actos, conferencias, obras de teatro, filmes, hermosas canciones, los recuerdan. Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, un zapatero y un vendedor de pescado, así de humildes. Dos italianos inmigrantes. Pero saltaron a la gloria. A los jueces, a los funcionarios que actuaron en este increíble crimen legal ni se los recuerda. Pero se los nombra. Principalmente al juez Fuller. En realidad, todos los jueces que interpretan las leyes a favor del poder quedan en la lista negra de la historia.

    Como hacen los norteamericanos, cuarenta años después del crimen oficial contra Sacco y Vanzetti pidieron disculpas. Había sido una “equivocación”. Claro, entonces era fácil, ya estaban muertos. La misma conducta norteamericana contra aquellos también héroes populares, condenados a muerte –esta vez en la horca– por pedir las ocho horas de trabajo. Fueron “Los Mártires de Chicago”, a cuyo recuerdo se debe para siempre el 1º de Mayo como Día de los Trabajadores. También, cien años después de ese crimen infame, la Justicia norteamericana pidió disculpas. Porque fue una “equivocación”.

    Sacco y Vanzetti. Libertarios. Luchadores por la Igualdad en Libertad. Dos anarquistas. Con la palabra y el ejemplo. Cuando fueron detenidos, sin ninguna prueba, se los acusó de un atentado. La policía supo hacer la trampa. El juez Fuller y los demás no se tomaron ningún trabajo. Se “dejaron llevar” por las “pruebas policiales”. Total era lo mismo, si no habían cometido ese delito valía la pena matarlos por sus ideas. Bush también los hubiera calificado de terroristas. Y eso basta.

    Fue impresionante cómo la palabra Solidaridad, en todo el mundo, se hizo protagonista. En todos los países hubo mitines, huelgas, protestas, atentados de repudio por Sacco y Vanzetti. En la Argentina, ni que hablar. Los anarquistas no eran niños de pecho. Ante la violencia de arriba no se prosternaban ni huían. Respondían. El 16 de mayo de 1926, a las 23, estalla la protesta en Buenos Aires con una bomba en la embajada norteamericana, en Arroyo y Carlos Pellegrini. El boquete que abre la explosión es tan grande que los policías que llegan pueden entrar por él al edificio. El escudo de Estados Unidos va a parar al medio de la calle. Del almacén de enfrente caen las botellas de las estanterías. Poco después, como se usa, los más altos funcionarios de la policía del gobierno radical de Alvear, encabezados por el jefe de Investigaciones, Santiago, irán a pedirle disculpas al embajador norteamericano y asegurarle que los culpables caerían muy pronto. Pero no sería la única. El 22 de julio de 1927 estalla una bomba en el pedestal de la estatua a Washington, en Palermo. Un banco de mármol, situado junto al monumento, va a parar a cinco cuadras del lugar. Cincuenta minutos después estalla otro artefacto en la empresa Ford, de Perú y (hoy) Hipólito Yrigoyen. El automóvil último modelo expuesto en la vidriera queda totalmente inutilizado.

    Por supuesto la policía detiene a toda persona con rostro sospechoso de anarquista. Y el comisario Santiago hace declaraciones optimistas. Pero esa misma noche, el 16 de agosto, explota en su lujosa residencia, Rawson 944, un artefacto que lo deja sin comedor, sin los muebles de esa habitación, sin balcón y sin ventana. Después de esto, el comisario Santiago no hará más declaraciones a los periodistas. Santiago pasó a la historia por inventar el suplicio llamado “pileta” para hacer hablar a los detenidos. Es decir, sumergirle la cabeza en una pileta de agua, hasta el límite.

    Pero llegará la noche de la ejecución de los dos héroes, en Charlestown. Buenos Aires siguió ante las pizarras de los diarios, paso a paso, la ejecución de los dos inocentes. Hasta que apareció escrito: “Fueron ejecutados, primero Sacco, luego Vanzetti. Antes de morir gritaron: ¡Viva la Anarquía!”.

    Buenos Aires vivió ese día la ira del pueblo. El paro fue general, ordenado por las centrales obreras. Todo el día explotaron petardos como gritos de furiosa protesta, manifestaciones, enfrentamientos con la policía. Como símbolo quedó un tranvía quemado en el centro de Buenos Aires.

    El diario anarquista Cúlmine dirá: “Debemos oponer nuestros instrumentos vengadores que quemarán los mil tentáculos monstruosos de la fiera vampírica que envuelven todos los senderos de la tierra. Nuestra dinamita purificará los lugares que la maldita casta del dólar ha apestado”.

    Seguirán los atentados, dos de ellos al CitiBank y al Banco de Boston.

    Y volvemos al principio: no hay violencia de abajo cuando primero no hay violencia de arriba.

    Osvaldo Bayer | 31/08/2007, 03:54
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