"Coronavirus, una pandemia muy oportuna", per Marcos Roitman Rosenmann
estelnegre | 22 Març, 2020 07:28
"Coronavirus, una pandemia muy oportuna", per Marcos
Roitman Rosenmann
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La radiografía del momento son hospitales
colapsados, personal sanitario exhausto y un sistema de salud
pública resquebrajado por las privatizaciones. El Covid-19
destapa las vergüenzas de una gestión destinada a
transformar la medicina en un gran negocio para empresarios
ávidos de ganancias. Como suele ocurrir en estos casos, la
iniciativa privada se frota las manos. Cualquier circunstancia es buena
para hacer caja. Así, juegan con el miedo mientras ven
aumentar sus beneficios. Han llegado a cobrar 300 euros por las pruebas
del Covid-19. Su costo normal no supera los 25 euros. Son los
empresarios quienes piden exenciones de impuestos, rebajas en el IVA,
facilitar despidos y recibir ayudas para paliar la crisis abierta por
la pandemia.
El Covid-19 es una buena excusa para especular. Dejar de ganar no es lo
mismo que perder. Si lo valoramos en coyuntura, es una
parálisis efecto de una situación extraordinaria.
El cierre temporal puede no tener incidencia en el cuadro anual de
resultados. Así lo hizo saber el ex ministro de Industria,
Comercio y Turismo del PSOE (2008-2011) Miguel Sebastián:
"Las parálisis económicas no tienen por
qué ser una crisis económica… es un
paréntesis… la clave (es) que no duren
mucho… puede ser un mes o menos, y luego recuperar la
actividad".
Mientras tanto, la población es sometida a medidas que
desatan la histeria colectiva y cuyo objetivo es frenar la
acción del virus. El llamado a no salir de las casas deja un
paisaje de ciudades semidesiertas. El gobierno y las autoridades
solicitan comprensión y responsabilidad a los ciudadanos, la
que ellos no tuvieron cuando firmaron los decretos de
privatización, el despido de personal auxiliar y la
amortización de médicos especialistas motivada
por jubilación. Han sido cientos las plazas perdidas, lo
cual ha dejado un sistema de salud en mínimos, disminuyendo
el número de camas, los servicios especializados y de
urgencias. En 2012, el Servicio Madrileño de Salud
tenía 15 mil 531 camas funcionando, en 2018 eran 12 mil 565.
Todos los inviernos la gripe común satura las
áreas de urgencias de los hospitales públicos,
pero no se hace nada, sólo ocultar los déficits.
Este año se suman los afectados por el virus Covid-19. La
rapidez con la cual se expande en pacientes con patologías
crónicas supone la imposibilidad material de gestionarlo
hospitalariamente. Entender la salud como un negocio tiene
consecuencias. No resulta extraño que en medio de la
caída de valores en la bolsa, dos
compañías farmacéuticas que trabajan
en una vacuna, la anglofrancesa Novacyt y la estadunidense Aytu
BioScience, vean subir su cotización. La primera, en 600 por
ciento, y la segunda, en 80 por ciento. Nada sobre los avances del
Centro de Ingeniería Genética y
Biotecnología de Cuba, donde los cuatro pacientes italianos
en la isla han sido tratados con el nuevo antiviral
interferón alfa 2B recombinante (IFNrec), elaborado en la
planta mixta cubano-china desde enero en la localidad de
Changchún, provincia de Jilin.
Si el virus y su tratamiento son un problema que desconcierta a la
comunidad científica (¿nuevo, una
mutación, llegó para quedarse?), aconsejar el
aislamiento total y evitar contacto humano para frenar su
propagación resulta, al menos, sospechoso. Algo no cuadra.
Podemos estar viviendo el mayor teatro de operaciones jamás
creado para elevar el grado de sumisión y obediencia
apelando al miedo-pánico, a fin de reorganizar los
mecanismos represivos y coercitivos. Una visión primaria,
pero efectiva. Ante una amenaza que se expande, cerrar ciudades,
suspender la actividad comercial salvo alimentación,
quioscos de prensa, estancos y farmacias, estaría
justificado. El relato no puede ser más maniqueo. Es el
momento de obedecer sin rechistar. Será cuestión
de meses encontrar el antídoto. Así se consolida
el comportamiento socialconformista, cuyo rasgo
característico es la adopción de conductas
inhibitorias de la conciencia en el proceso de construcción
de la realidad. Se presenta como un rechazo a cualquier tipo de actitud
que suponga enfrentarse al poder constituido. El conformismo social es
asumido y presentado a los ojos de todos nosotros como actitud
responsable. Un comportamiento que busca paralizar la acción
colectiva y desarmar el pensamiento crítico. La guerra
neocortical ha comenzado.
No se trata de negar, menospreciar ni buscar explicaciones en
teorías conspiratorias. La realidad parece
señalar que los motivos epidemiológicos para
declarar una pandemia no están justificados, aunque
sí desde una perspectiva política. Desde hace
unos años, analistas pronostican una recesión en
el interior del neoliberalismo y su fetiche, la economía de
mercado. Su reacomodo requiere mayor grado de violencia, aumento de la
desigualdad social, exclusión y sobrexplotación
bajo un neoliberalismo militarizado. Contener las revueltas populares,
desarticular los movimientos sociales y plantear un nuevo escenario se
antoja necesario para evitar el colapso. Los ejemplos sobran. En Chile,
Francia o Colombia, por citar tres casos, el coronavirus es una
bendición
Por primera vez, si exceptuamos las dos guerras mundiales, la especie
humana es sometida a una tensión donde el miedo, el control
social y una información manipulada comparten el espacio.
Todo aderezado con un relato sobre caos económico y las
cuantiosas pérdidas. Seguramente, dentro de unos meses, las
empresas habrán recuperado sus beneficios, las bolsas
retomarán el pulso especulativo y el miedo-pánico
desaparecerá. La factura, como de costumbre, la
pagarán las clases trabajadoras.
Marcos Roitman Rosenmann
http://www.politika.cl
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