estelnegre | 29 Març, 2010 08:42
José
María Nunes había
nacido en Portugal y fue --con su película Mañana...--
el fundador de la
llamada Escuela de Barcelona. José María Nunes
dirigió y filmó Noches de
vino tinto, su película mítica, a
la maniera de la Nouvelle Vague. De
Noches..., a mediados de los 70 se hablaba mucho,
pero ya se proyectaba
poco. José María Nunes era anarquista
histórico y hace veinte días recibió
de
manos del presidente de su país natal la
condecoración de Gran Oficial de la
Orden Militar de la Espada de Santiago de la Cultura, lo que no deja de
tener
su gracia. Murió esta semana en Barcelona tras un homenaje
que le tributó el
proyecto Rambleros (o la voluntad de recuperar lo
irrecuperable: las
ramblas barcelonesas de los años 70).
En esas
Ramblas le conocí en
1976, a través de mi amigo el cineasta Juan Solivellas. Fue
en la terraza del
Café de la Ópera, frente al Liceo, una tarde de
principios de verano. Él
llevaba barba y ya tenía el pelo bastante blanco, lo que
contrastaba con la
juventud de su pareja, María Espinosa, una actriz con la que
convivió varios años.
En la mesa vecina, entre grandes risas, estaba Ocaña con su
amigo Camile y
algunos palmeros barceloneses procedentes del otro lado de la Diagonal.
Luego
nos encontraríamos un par de veces en Zeleste, ya muy
entrada la noche, y
recuerdo que Nunes no paraba de hablar, mientras María
--falda larga de flores,
botas camperas y suéter ancho: la época-- lo
miraba encantada de estar con él. Ocaña
y Camile también estaban por ahí --su mesa
siempre era una fiesta-- dispuestos
a comerse a varios palmeros más.
A los pocos
meses trabajaríamos
para Nunes. Sí, aunque ahora me parezca mentira,
participé en el rodaje de una
película de Nunes y no fui el único
mallorquín que lo hice. La película se
titulaba Autopista A2-7 y era una
película del montón, con cierta
voluntad rohmeriana que se quedaba en eso, puro voluntarismo. Pero mi
amigo
Juan Solivellas --con quien varios mallorquines vivíamos en
la misma casa,
Cercado de San Francisco, 45-- era el ayudante de dirección,
y su amiga Leonor
Ahn --también mallorquina--, una de las actrices del film.
Se necesitaban
figurantes y Juan siempre ha repartido juego entre los suyos. Hacia
allá nos
fuimos todos, inquilinos, o no, de Cercado de San Francisco, 45: Paula
Massot --que
habitó unos meses con nosotros para abandonarnos,
sabiamente, por Enrique Vila-Matas,
su hoy marido--, Juan Gual --actual presidente de la Cambra de
Comerç--, María
Torres --que no vivía con nosotros y ahora está
en Madrid-- y yo mismo. Quien
no recuerdo si estuvo fue Josep Massot, hoy periodista de La
Vanguardia,
que también vivía --aunque sólo a
temporadas-- en Cercado. Lo que sí recuerdo
es que se necesitaba un piso para escenas de interior y Soli --que es
como
llamamos sus amigos a Juan Solivellas-- se lo propuso a David F.
Miró. David
aceptó, divertido --y formó parte del equipo
insular de figurantes--,
alquilando el suyo de Ramón Miquel i Planas como
plató. En los bajos de la
finca donde vivía estaba la editorial Lumen, entonces
propiedad de Esther
Tusquets y en la finca vecina vivía el economista
mallorquín Josep Lluís
Sureda, catedrático de universidad y hombre de Jordi Pujol.
Eso recuerdo ahora.
A todos
nosotros --éramos
veinteañeros-- nos convirtieron en el grupo de amigos de los
protagonistas. Hablo
de la película: rodamos en la universidad, en el piso de
Ramon Miquel i Planas,
en la playa... Rodamos de madrugada, de tarde y noche. Entre toma y
toma se
comentaba lo que se comenta en los rodajes desde que el cine es cine:
que la
actriz principal --que años más tarde se
arrojaría desde un balcón-- era la
amante del productor, que Nunes había aceptado rodar ese
guión por amor a María,
que trabajar en el cine no era trabajar sino divertirse... Y al final
del día
nos pagaban mil pesetas de la época, cantidad que
representaba para nosotros
una verdadera fortuna. Hablo de 1977. Recuerdo a María
Torres en el césped de
la facultad de Derecho mientras amanecía, a Juan Gual
fumando en la playa en un
estupendo primer plano, a David Miró riéndose
apoyado en la puerta de la cocina
de su casa, a Paula y a mí en una escena de sofá
digna de Les Cahiers de Cinéma...
El día del estreno --creo que fue en una sala de Sitges--
aparecíamos en los
affiches de las vitrinas y quien sabe si existen en algún
sitio esos affiches
perdidos. La película pasó sin pena ni gloria
--que era lo que se merecía-- y
hace varios años la volví a ver en TV3. Sin
comentarios.
El pasado
año José María
Nunes visitó Palma en dos ocasiones. La primera fue invitado
por Juan
Solivellas para participar en Taula de Cinema, el
impecable programa de
cine que Soli produjo para IB3. Lo hizo aprovechando que presentaba su
película
Res Publica [en realitat fou A la Soledad]
en el Ateneu
Llibertari de Palma. Ignasi de Llorens había organizado el
acto y fue Juan
Solivellas --una vez más-- quien hizo las veces de
introductor del cineasta,
con un texto entre lo teórico y lo sentimental. Poco
después lo invitó Biel
Mesquida a participar en el ciclo de la UIB Cinema d'Autor,
con sus Noches
de vino tinto. En ambas ocasiones, me contaron, Nunes se
mostró encantado
de estar aquí. Yo no fui a verlo en ninguna de las dos.
Prefería conservar la
imagen de aquella tarde de mediados de los 70 en las Ramblas de
Barcelona. Él
sin parar de hablar y María Espinosa sin dejar de mirarle.
Los pájaros, en árboles
y jaulas, piaban como en el poema de Gil de Biedma.
José
Carlos Llop
(Diario
de Mallorca,
28-03-10)
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